Aunque en realidad no he parado ni un día de entrenar solo cuando a sido fiesta mundial y ese día no tenía que entrenar, al final me alegro de volver en serio a entrenar bien, ya que al final las navidades como cualquier otra fiesta pasan factura, y aunque sea poco se nota en nuestro cuerpo, ya que siempre aparecen el turrón, mazapanes, polvorones, roscones, panteones, cordero… vamos, que por comida en estas fechas que no sea, y por comer nosotros tampoco, ¿verdad?
Pero la realidad es que ya hemos acabado y ahora a volver a correr y entrenar al límite siempre de nuestras posibilidades, y que mejor forma de empezar el año que con cuestas de 200m y cambios de ritmo tan duros como al 80, 90 y 95%.
Siempre es bueno estar de vuelta, y más aun si te reciben de esta forma.
Las primeras cuestas parecían bastante fáciles hasta que llegue a la mitad, y la cabeza me decía reserva fuerzas porque las piernas se te están petando, y al final no las acabas, así que como era un razonamiento muy bueno tuve que hacerle caso a mi cabeza y no ir a más hasta que solo quedarán dos, por lo que mantuve el ritmo y conseguí acabarlas, si hasta arriba de todo, las acabe y ellas acabaron conmigo, porque sentí que no podía más, cuando de repente oigo una vocecilla, como las voces en off de las películas que decía: venga arriba, que ahora solo nos quedan dos esprines de 100m. Estaba tan atónito que ni lo asimile, así que casi por inercia los hice y volvimos al gimnasio rodando como no, y note como las piernas me pesaban más de la cuenta, pero acabe con esa sensación de haberlo dado todo, y salí con buena cara aunque me tiré estirando una media hora.
El segundo día de entrenamiento de este bellísimo año nuevo, en el que dicen que se va a acabar el mundo, nos tocaba algo que a primera vista impresiona a la par que asusta, y cuando lo haces agobia a la vez que cansa. Eran cambios de ritmo, pero no cambios de ritmo normales no. Después de haber rodado bastante para entrar en calor, y de haber realizado los ejercicios de calentamiento y la técnica nos dispusimos a realizar10’de carrera en la que teníamos que ir5’a un ritmo medio (80%),3’a un ritmo rápido (90%) y2’a un ritmo de competición (95%).
¡Que tontería! ¡Son solo10’de carrera! ¡Eso lo hace hasta mi abuela! Pues que fuerte tiene que ser tu abuela…
Lo mejor es no pensarlo, es no mirar el reloj, es no saber cuantas vueltas llevas, lo mejor es saber que hay que hacerlo, que hay que acabarlo, si, eso es lo que hay que saber, que no te puedes rendir, que tienes que acabarlo, porque si no, ¿qué clase de persona sería? Yo no quiero ser de esos que se dan por vencido cuando ven que algo es duro, quiero ver un reto y superarlo, y este era el de hoy. Si es cierto que los primeros5’se pasan tranquilamente, pero los últimos2’, los de ritmo competición lo pasas mal, y solo puedes pensar en que pase el tiempo rápido, y no se me pasaba, me empezó a quemar la garganta y sabía que era la mejor señal que podía tener de que lo estaba dando todo y por fin sonó el silbato… y por inercia seguí hacia adelante hasta que pude pararme para recuperar el aliento.
No seré de ese tipo de personas que se rinden.
El último día de entrenamiento que fue el sábado, me asombro el buen tiempo que hacia, en el sol estabas tan agusto o más que si fuera primavera, aunque es cierto que cuando corrías por la sombra hacía bastante frío, pero la sensación de volver a correr con sol fue fantástica ya que también tocaban cambios de ritmo, pero estos eran de 2’a ritmo alto y 2’de recuperación. Es también bastante duro, sobre todo intentar mantener el ritmo alto en todos los cambios, pero la verdad es que cuando estas de bajón o no te encuentras tan bien como otros días, la motivación que cada uno puede darse así mismo o el apoyo de algún compañero hace que al final acabes dándolo todo, y si no fuera por esas dos cosas el otro día a lo mejor no habría acabado los cambios de2’.
Al final la semana se ha acabado y solo toca esperar para ver que entrenamiento nos deparará la semana que viene.