Después de 6 meses de entrenamiento de mi primera temporada como triatleta llegaba el momento de debutar en distancia sprint ( 750 metros nadando, 20km de ciclismo y 5 km corriendo) en uno de los triatlones más participativos de España: triatlón de Fuente Álamo.
Nos desplazábamos hacia Murcia un día antes de la competición, dormir en el polideportivo rodeado de los demás participantes.
Al llegar allí nos juntamos varios del club y decidimos ir a la playa a recorrer el circuito de natación, ya marcado con las boyas correspondientes. Algo nuevo para mí ya que era la primera vez que me metía al mar a nadar… ¿Quién dijo miedo? Eso sí, las series agónicas en piscina no me las quitaba nadie… Buena vuelta de reconocimiento, sensaciones buenas y sentimiento de tranquilidad tras enfrentarse al que quizás era el medio que menos dominaba de las tres disciplinas.
Noche en el polideportivo, por la mañana pequeña vuelta con la bici para activar las piernas a lo que nos esperaba por la tarde. Se hablaba de un segmento duro de ciclismo que iniciaba subiendo un puerto y poco a poco iba a suavizando… Empezaban los nervios al no saber lo que me esperaba en este sector.
A la que me di cuenta ya estaba en los boxes colocando todo el material, cuidando el más ultimo detalle: casco colocado para máxima rapidez, gafas, zapatillas preparadas en un lugar estratégico… Estos detalles que, a pesar de saber que no vas a ganar ni mucho menos, te gusta sentirte como «uno de los buenos» para recortar hasta la mas mínima décima de segundo. ¿Postureo? Sí, creo que se llama así… jejej.
Y tras todos estos preparativos allí me encontraba, en la orilla de la playa esperando el pistoletazo de salida, los nervios a flor de piel al ser mi primer triatlón, al lado de un compañero del club que no estaba menos nervioso que yo diciéndole: «Alberto, ya hemos sufrido suficiente entrenando, ahora llega la hora de disfrutar». Pero una gran nube negra se aproximaba desde el horizonte y nos avisaba de que el camino no iba a ser nada fácil…
Pistoletazo de salida, cientos de triatletas salíamos como caballos desbocados a coger una buena posición de cara a la primera bolla, golpes y más golpes, patadas, codazos… En fin, los que hayáis hecho algún triatlón sabéis de que os estoy hablando. Finalmente me coloco en una posición adecuada que me permite continuar este segmento de una manera tranquila, cuidando cada brazada sin desgastarme demasiado «por lo que pueda pasar». Salida del agua y ya escuchaba los ánimos de mis familiares que hasta allí se desplazaron para darme ese plus de fuerza que tanto se agradece en una competición.
Llegada a boxes, me quito el neopreno lo más rápido posible. Casco, gafas bici… y a rodar!! Mi intención era coger un grupo de mi nivel al que pudiera seguir y engancharme el máximo tiempo posible, pero mi poca experiencia con la bici sólo me permitió engancharme durante los primeros kilómetros. Me esperaba por delante todo el segmento de bici en solitario, a no ser que me enganchara a algún grupo que me adelantara o cogiera yo… Pero no, subida al puerto en solitario sufriendo de lo lindo. Todo iba bien hasta que aquella nube negra que avecinaba tormenta decidió darle emoción a la carrera. Lluvia increíble, gafas empañadas que no te permitía ver apenas… pero el granizo que caía me decía que la solución correcta no era quitárselas… una odisea de las que luego recuerdas especialmente.
Por fin logro llegar a la T2 y terminar como pude el segmento de ciclismo y llegaba mi especialidad donde podía recortar unos cuantos puestos. Sabía que era el momento de dar todo lo que quedaba de mí y así lo hice, ayudándome de los ánimos de mis familiares que allí estaban al pie del cañón, protegiéndose con un paraguas de la tormenta que nos estaba cayendo, pero sí amigos, las adversidades es lo que hacen especiales las competiciones, o ¿acaso una competición fácil es la que más recuerdas? La respuesta es no. Recuerdas aquella en la que más sufriste, en la que las circunstancias te hicieron padecer con una competición diferente de lo previsto, en la que te sobrepones a todo ello y logras tu objetivo a pesar de las dificultades… Esas son las que nos dan los mejores recuerdos.
Y poco a poco, reduciendo metros de distancia allí se veía la meta, mis familiares como no siguiéndome en todo momento dispuestos a pronunciar las últimas palabras de ánimo que me hicieran recortar unos segundos al crono. Llegué, acabé mi primer triatlón, oficialmente estoy enganchado a esta droga. Porque si no quieres acabar enganchado al triatlón, te daré un consejo: nunca hagas uno. Increíble experiencia, perfecta organización y con ganas de ir a por el siguiente. Esto fue lo que me ocurrió en mi primera carrera del multideporte, totalmente enganchado a esto del triatlón… y que dure por mucho tiempo. Esta será mi tercera temporada que comenzaré en octubre, y tras un año en el que las lesiones no me han permitido disfrutar de este deporte, la empezaré con la misma ilusión que lo hice en mis comienzos.